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martes, 29 de julio de 2014
La carga de ser el mayor
lunes, 28 de julio de 2014
Las 1.543 cosas que tienes que tener antes de que nazca tu bebé
jueves, 3 de julio de 2014
Una mala película de terror
Después de dos convulsiones de Agustín la neurólogo nos dijo que había que descartar varias cosas, una de esas era que tuviera epilepsia, pero que no nos preocuparamos porque no sería una epilepsia de las más fuertes. Una hora después estaba leyendo todo cuanto existe de esta enfermedad y como suele pasar asumí que íbamos a lidiar con las convulsiones hasta la adolescencia. Me llené de fuerza y veía a mi hijo menor y cada día que pasaba me convencía que era obvio que estaba enfermo, pero que con la mejor actitud teníamos que tratar el tema.
El primer examen que le mandaron fue una Telemetría de 12 horas. Me imaginé que ese día iba a ser de los peores porque le conectaban a un niño de un año y dos meses 24 cables en la cabeza desde las ocho de la mañana hasta las ocho de la noche. Supuse que iba a dar alaridos todo el día, la gente de la clínica me iba a regañar porque no lograba controlar a mi hijo. Nada de eso pasó. Agustín tomó el examen con toda la naturalidad posible, entendió que ese martes tenía que estar en ese lugar, no se quitó los cables, no lloró. Como si estuviera en la casa comió, durmió y jugó. Una y mil veces recogimos fichas del piso y el simplemente sonrió. No hubo drama, nadie se desespero. Obviamente yo estaba equivocada, porque parece que una de las cosas que más me cuesta trabajo es confiar en mis hijos. El resultado salió bien, esa noche dormimos tranquilos, nuestro hijo no tiene epilepsia.
Pero el malo de la película volvió a aparecer. Llegamos al siguiente examen muy tranquilos. Una Resonancia de cerebro con anestesia general y Agustín volvió a sorprendernos. Como tenía que hacer un ayuno largo pensé que si no le ponían rápido la anestesia iba a dar alaridos y una vez más hizo todo lo contrario. Con mucha paciencia esperó en la clínica 4 horas. Caminamos, vimos un partido de futbol e intentó abrir todas las puertas que decían "Solo personal autorizado". Al examen no me dejaron entrar pero cuando oí que dejó de llorar supuse que ya descansaba en medio de su primera borrachera por la anestesia.
Durante el examen salió el anestesiólogo a decirme que veía algo malo, que encontraba relación entre las convulsiones y la Talasemia, que era muy urgente que lo llevara ya a donde un hematólogo. Después de hacer una mala cara volvió a entrar. Esa media hora siguiente esperando a que saliera Agustín fue eterna. Fueron treinta minutos de angustia, de sentir un hueco enorme en el estómago, sentí que en unos segundos el mundo se apagaba. Cuando lo vi salir me calmé un poco, no tenía cara de ser un niño que estuviera tan mal. La anestesia no le dio nada duro, comió sin parar durante una hora.
Al día siguiente llamé a toda la ciudad tratando de encontrar a un hematólogo para que me confirmara esa mala noticia que el anestesiólogo insinuó. No fue una tarea fácil pero lo logré. La hematóloga que lo vio dijo que estaba bien, que se veía un niño saludable, que tiene un problema en la sangre, leve, nada grave y que se puede tratar. El resultado de la resonancia salió bien. Pero fue un día horrible.
En ese mes de terror donde nos imaginamos las peores cosas de Agustín, no salimos de las clínicas y médicos, para completar Juan Martín se partió un pie, le pusieron yeso y no puede caminar por un tiempo, pensamos que iba a ser durísimo porque él vive montado en un triciclo. Juan Martín se adaptó al yeso con tranquilidad, no se queja y encontró la forma de montar en su triciclo. Juega en el parque y espera a veces con paciencia otras veces no tanto que lo movamos de un lado para otro. Los primeros días le enseñamos a bajar las escaleras sentado para que se sintiera más independiente y así fue. Se involucró tanto con el yeso que lo consiente y le da besos. Su rutina no cambió porque él así lo quiso. Lo llevamos al parque y hace la mitad de las cosas, pero de la misma forma lo disfruta.
Lo único durísimo fue mi angustia. Lo único complicado fue no ser capaz de confiar en la forma tan fácil como se adaptan los niños. La película de terror me la inventé yo sola y en una pelea constante entre la imaginación y la razón sufrí de ver todo negro. Para asumir la ansiedad decidí comerme el mundo, literalmente, ahora me toca empezar a cuidarme después de un mes concentrada y dedicada a los tres niños y sus miles de exámenes. Mirando hacia atrás y viendo en cuáles momentos estuve más tranquila o menos ansiosa fue cuando me concentré en "el aquí y el ahora". El sábado siguiente a la cita donde la neuróloga fuimos a teatro con los tres. Estuvieron felices y ahí no pensé, simplemente viví. Ese día no busqué artículos de medicina que me dieran ideas de si mi hijo era o no epiléptico. No hablé con ningún médico. Me reí en la obra de teatro, y me emocioné de ver como los niños se transportaban. Tal vez tendría cinco kilos menos si hubiera entendido eso desde el principio. Si me hubiera aferrado al momento, si me hubiera dejado convencer por las risas y la tranquilidad de Jerónimo, Juan Martín y Agustín.
miércoles, 11 de junio de 2014
Del discurso a la práctica en el tema de valores
"Hoy Camilo, casualmente me preguntó del tema, Como hacer para que mi sobrino (de 6 ños) sea una mejor persona y deje de ser tan irrespetuoso? yo le lei el artículo...y aun que dice que es lo importante, creo que llegar al COMO es lo difícil...entonces reflexionando del tema concluí los siguiente y espero me puedan corregir, si en algo creen que estoy equivocada.... creo que los colegios, aunque unos orientados a formar valores y principios, no son el principal influyente, al final la preocupación final del colegio es enseñar y que los niños cada año pasen el año escolar.. los profesores ayudan y pueden tener gran influencia pero no se puede depender de ellos para que lo eduquen para ser un buen ser humano...creo que influyen los padres, el entorno que los rodea, las necesidades y la religión .....en algún artículo hablabas del tiempo que los padres le dedicaban al niño...bueno.. yo creo que estar 100% con el niño no es indispensable, pero si se debe estar los suficiente con ellos para ver comportamientos y corregir, por que los únicos que tienen el derecho de corregirlo como se debe son los padres y son la figura de autoridad de los niños...no?....el entorno.. un niño que siempre anda en carro, con amigos que lo tienen todo y en teoría no percibe el sufrimiento, no creo que valore muchas las cosas...y bueno, puede ser que existan esos casos.. creo que ninguno de los padres quiere que los niños sufran, pero creo que a los niño hay que llevarlos a mostrarles la realidad que se vive la cual no es perfecta, mostrarles el entorno, llevarlos a fundaciones, al campo...etc...las necesidades...tener necesidades en casa, es bueno, yo personalmente presencie muchas necesidades en mi casa cuando era pequeña y creo que me formó mucho...por que vi un ejemplo de lucha y perseverancia en mi casa, tuvimos épocas muy duras...lo que me mostró y me enseñó a no frustrarme por las circunstancias y tener paciencia, pensar en los demás, ahorrar, de pequeña mi mamá me pagaba por ayudarle a ella y creo que trabaje mucho, pero me compré mis primeros patines en quinto con mi trabajo y es una de las satisfacciones más grandes de mi vida..fue luchada la cosa.. etc.. hay que disfrutarse lo que tenemos en cada momento.. y la religión, desde el punto de vista de creer en Dios, de no sentirse solo, de tener fe y esperanza a pesar de cualquier circunstancia y adversidad y error cometido....La mayoría de suicidios se dan en países donde la religión es mínima, como por ejemplo Uruguay..creo que las personas no tienen la misma fe y esperanza que tenemos los colombianos, y creo que en parte es por que Colombia tiene una historia y tradición católica fuerte (eso hay que agradecerlo), bueno y no tiene que ser catolicismo, puede ser otra religión, pero ese creer ya sea en Dios, en el universo, en la naturaleza, en el Buda...es lo que enseñara a tener esperanza y a seguir valores y principios para ser una buena persona.. desafortunadamente hoy en día los colegios no se preocupan por eso...como dices, se preocupan más por desarrollar genios y dejarlos expresar libremente si ninguna guía, con el riesgo de que cualquier adversidad los derrumbe........."
Repuesta de Maternidad sin photoshop
Voy a responder puntualmente a los comentarios.
1. Los colegios desarrollan muchas estrategias para trabajar el tema de valores, pero muchas veces no encuentran eco en las familias. Cuando el colegio sanciona a un estudiante con justa causa algunas veces la reacción de los papás es justificar el error de su hijo y poner una tutela. Sería ideal el trabajo conjunto de padres y colegios, pero eso en muchas ocasiones no pasa. Lo primero que debemos hacer como papas, es que ante una oferta gigante de colegios, preguntemos cómo se preocupan por formar a sus estudiantes de manera integral y eso se concreta cuando vemos qué tipo de trabajo hace el colegio con cada estudiante, con cada curso, como institución y también hacia afuera, si dedica tiempo al trabajo con fundaciones. Como parte del plan de vacaciones podemos buscar esas fundaciones para enseñarles a nuestros hijos a dar, no sólo en lo material, porque los niños no tienen consciencia del dinero sino dándonos nosotros mismos.
2. Si no estamos todo el tiempo con nuestros hijos sí existen momentos claves donde es más fácil esa formación en valores, por ejemplo, durante las comidas. Soy enemiga de que los niños coman frente a un televisor o coman solos. Durante una comida los podemos orientar un muchos temas como por ejemplo que no se debe desperdiciar porque hay mucha gente que no tiene qué comer ni una familia con la que se pueda compartir. Además los niños pueden poner la mesa y recoger los platos porque es importante que sientan que todos tenemos que hacer algo para podernos sentar en la mesa y no esperar a que alguien nos atienda.
3. Un psiquiatra infantil en un taller dijo que la educación ideal es que la frustra constantemente a los niños. El auditorio quedó en silencio, pero es la verdad. Si les damos todo a nuestros hijos y no dejamos que sufran ninguna incomodidad y nosotros resolvemos sus problemas, serán unos adolescentes incapaces de asumir la vida y sus dificultades. Hace unos años me enteré que existía una máquina para calentar los pañitos húmedos para que los bebés no sintieran frío. Me pareció lo más escandaloso del mundo, un niño se debe ir acostumbrando al mundo real, y nuestro mundo nos guste o no, es frio y a veces demasiado caliente y es ahí donde vivimos no en una burbuja de cristal. Cuando uno tiene varios hijos es más fácil el tema de la frustración porque los hermanos se encargan de ponerle límites al otro todo el tiempo. Desde que nace el segundo hijo, el mayor tiene que compartir lo que más cuesta trabajo: el amor de los papás. Cuando es sólo un hijo los papás tienen que hacer un esfuerzo mayor.
4. No quisiera hablar del tema religioso porque no podría asegurar que sólo la religión permita esa formación o vivencia de valores. Lo que sí puedo decir es que debemos trabajar con nuestros hijos desde una ética universal que incluya cualquier religión o creencia, incluso esa ética que convive con una familia donde los papás son ateos. Nosotros con nuestros hijos insistimos en el tema ético desde el respeto y la consciencia del otro. Para concretar, en este momento nuestros hijos dejan la bicicleta y el triciclo en el corredor del conjunto, nos toca devolverlos para que la dejen bien puesta y así la gente pueda pasar, porque gracias a que nosotros podemos pensar en los demás esos otros pueden estar tranquilos y felices.
5. La única forma posible de educar es con el ejemplo. Si un niño en su casa oye que sus papás y abuelos tratan mal a las personas que los ayudan van a seguir ese ejemplo, si un niño oye a sus papás gritando por el teléfono e insultando a las personas que atienden en los call center, van a seguir ese ejemplo pero lo trasladan a todos sus entornos, porque entienden que el respeto no es algo importante sino que puedes insultar a cualquiera que pase por el lado. En nuestra vida cotidiana vivimos insultando a los políticos, a los que piensan distinto, al que dejó mal parqueado el carro y después pretendemos que nuestros hijos no lo hagan. Es probable y normal que tengan épocas de rebeldía y no sean tan cordiales como quisiéramos, pero si nos esforzamos por respetar nosotros todo y a todos los que nos rodea ellos van a entender que esa es la única forma de actuar. Para que ellos saluden al sr. de la ruta nosotros primero debemos saludarlo e insistir en el gran valor que tienen todas esas personas que ayudan a que nuestra vida sea más fácil.
lunes, 9 de junio de 2014
Inteligentemente malcriados
lunes, 2 de junio de 2014
Cómo ser mamá y no morir en el intento
martes, 27 de mayo de 2014
Enfermos otra vez
Existen varios tipos de niños, y aunque las clasificaciones en los seres humanos resultan odiosas, mis hijos tienen algo en común: son de esos niños que siempre se enferman. Y es la enfermedad uno de los monstruos más grandes que tiene la maternidad, desde que sabemos que estamos embarazadas sentimos ese miedo enorme de que algo malo va a pasar y empezamos a imaginarnos las peores cosas que poco a poco la vida nos muestra que eran puras exageraciones. Pero a veces ese gran monstruo se convierte en realidad y tenemos a nuestros hijos en la clínica haciéndonos dudar de todo cuanto existe y poniéndonos en jaque con nosotros mismos.
Tal vez uno de los días más difíciles como padres fue cuando nuestro hijo mayor entró a Cuidados Intensivos, lo tuvieron que entubar y en pocas horas todo parecía empeorar. La primera reacción que tuve fue hablar con mi esposo y decirle que teníamos que estar preparados para que se fuera y dar gracias a la vida por un año y medio increíble a su lado. Pero todo salió bien, se recuperó, y ahora es un niño de cinco años que correo un poco menos que sus compañeros pero siempre intenta llegar a la meta.
En esos meses en los que nuestro hijo estuvo muy enfermo la vida nos cambió. Y creo que una de las cosas que debemos saber como padres es que no siempre lo que planeamos se cumple. Y tenemos que tener la capacidad para reinventarnos todo el tiempo y poder volver a construir nuevos sueños y diferentes ideales porque con hijos la vida nos sorprende a menudo. Yo tenía un trabajo que me encantaba en un lugar fascinante y con una muy buena jefe. Me tocó renunciar porque además del tiempo de hospitalización teníamos que cambiar de ciudad durante dos meses, y así fue. Me dio rabia y mucha tristeza tener que dejar ese trabajo, lloré por tenerme que ir a unas supuestas vacaciones que de eso tenían bien poco sino que por el contrario me iba con la ansiedad de tener que sacar adelante a mi hijo en una ciudad que no era la mía. Si todo estaba funcionando tan bien por qué la vida se desordenaba. Finalmente se mejoró y disfruté muchísimo ese tiempo fuera de la ciudad, fueron unas vacaciones increíbles con personas que dejaron la categoría de amigos para convertirse en familia.
Cuando pienso en esos días de la clínica donde las horas pasaban lento porque lo único que hacíamos era esperar una buena noticia me doy cuenta de lo mucho que crecimos como familia. Entender la enfermedad como una oportunidad y enseñarle a nuestros hijos a que no hay que desesperarse cuando se enferman ha sido una lucha constante. La enfermedad y la salud no pueden ser vistas como premio y castigo, deben ser entendidas como parte de nuestra realidad y como padres deberíamos incluir este tema en la crianza como un punto importante. No sirve de nada buscar culpables, no sirve de mucho pelear con la pareja o la familia, no es útil enloquecerse. Sirve respirar profundo y seguir adelante y entender la enfermedad como camino.
Muchas de las personas cercanas intentaron culparse por la enfermedad del niño. Con la cara cargada de angustia aseguraban que le habían tosido cerca, otros estornudaron, otros lo saludaron y de golpe le pasaron el virus. No creo que ninguno fuera culpable, pero después de estos años entendí que ese afán por encontrar uno, era para ayudarnos a mi esposo y a mi a cargar con el dolor del momento. Ese hecho no fue una tragedia, no creo que seamos una familia "de malas", por el contrario creo que sin establecer juicios de valor asumimos la vida con lo que nos va dando. Superada la crisis fuerte empezamos una lucha importante con nuestro hijo: convencerlo que no era un niño enfermo para que él mismo no se autolimitara y tampoco se convirtiera en un manipulador aprovechando las secuelas que le habían quedado. Pero la lucha no sólo era con el sino con muchas personas cercanas que nos decían que éramos los papás más irresponsables por dejarlo jugar bajo la lluvia y saltar en los charcos. Que pudiera montar en triciclo por la noche, o simplemente vivir. Que lo que deberíamos hacer era encerrarlo en la casa, supongo a que conociera el mundo desde la ventana. Tomamos la decisión de ser irresponsables y dejar que viviera como cualquier otro niño de esa edad sin padres obsesivos con la enfermedad y llenos de miedo. Lo animamos a saltar cuanto quisiera y cuando se bajaba del saltarín le poníamos el inhalador con toda la tranquilidad y naturalidad de su condición. Después de tres recaídas duras cada vez se enferma menos y se recupera más fácil.
Decidimos tener dos hijos más, los cuales también se enferman. Ninguno tiene nada grave, pero han estado hospitalizados y convulsionan por fiebre. Creo que de las cosas más impactantes que se puede ver es una convulsión. Es como si en esos minutos la vida se congelara y todo el ambiente se enrareciera. Ellos mismos después de la convulsión quedan despersonalizados, de cualquier manera, no es agradable. Los médicos nos han explicado qué debemos hacer en ese momento y es lo que hacemos, pero una de las cosas más sorprendentes es la forma como reaccionan los dos mayores con las dos convulsiones del chiquito. Con toda la calma ayudan a ponerle paños de agua fría en la cabeza, y se despiden con bastante tranquilidad cuando salimos para la clínica. Y entonces es ahí cuando entiendo que algo hemos logrado como papás: enseñarle a nuestros hijos que la enfermedad es una realidad del ser humano, negarla nos fragiliza pero entenderla nos hace fuertes.
"Las personas totalmente sanas, sin ningún defecto, solo están en los libros de anatomía. En la vida normal, semejante ejemplar es deconocido" Thorwald Dethlefsen y Rüdiger Dahlke
martes, 20 de mayo de 2014
Maternidad hoy
3 GRANDES MENTIRAS SOBRE LA MATERNIDAD (PARA MI, NO QUIERE DECIR QUE SEA ASÍ PARA LA CANTIDAD INMUERABLE DE MAMÁS)
1. El día más feliz de mi vida fue el día en el que nació mi hijo. Tengo recuerdos muy profundos del día en el que nacieron mis tres hijos. El mayor nació un jueves. Estuve en la clínica desde la media noche, sentí mucho dolor y frío. Después de cinco horas de trabajo de parto nació mi hijo mayor, mi esposo entró al parto y salió con lágrimas en los ojos a presentarlo a la familia. Yo estaba muy cansada, solo quería dormir. Durante la noche no fuimos capaces de apagar la luz en el cuarto de la clínica, no teníamos idea de nada, cada vez que le cambiamos el pañal nos tocaba cambiarle la ropa. Yo nunca me había sentido tan torpe, afortunadamente esas cosas se aprenden muy rápido. Ese día lo recuerdo como especial, lleno de sentimientos encontrados que se atropellaban entre si, pero no del día más feliz de mi vida y no creo que eso esté mal, creo que es humano. Las mujeres no somos máquinas de maternidad que siempre sienten amor, somos personas que sienten miedo, que se cansan y que se desesperan con sus hijos, pero que después de respirar profundamente volvemos a arrancar para seguir acompañando a nuestros hijos en este mundo. Mis otros dos hijos nacieron un martes y tampoco fue el día más feliz de mi vida, además sería injusto con el mayor o será que las mamás que tenemos más de un hijo podemos tener más de un día feliz en la vida.
2. El amor de mi vida son mis hijos. Cada vez que leo esa frase en Facebook me da un pesar inmenso con los esposos, esposas o parejas de aquellos que aseguran que el gran amor de la vida son los hijos. El gran amor de mi vida es mi esposo del cual espero no separarme y tener que buscar otro gran amor de mi vida. Me parece injusto con las parejas que las releguen, o digan que la vida empezó a tener sentido sólo cuando se convirtieron en papá o mamá. Disfruté muchísimo todos los años antes de ser mamá, fui feliz al lado de muchos novios, no tanto al lado de otros, lloré, me reí, viajé, trabajé, aprendí y me caí y cada una de esas experiencias espero compartirlas con mis hijos, y animarlos para que vivan intensamente cada etapa porque ninguna es mejor o peor simplemente son. Me parece que decirle a los hijos que son el amor de la vida los carga de una responsabilidad grandísima que no tienen por qué asumir. Ellos no existen para hacernos felices, existen para buscar su propia felicidad y nosotros les damos la mano mientras la encuentran.
3. Las mejores mamás no trabajan y se quedan en casa con sus hijos. Todas las mamás tenemos las mejores intenciones con nuestros hijos, pero todas nos equivocamos muchas veces, es lo normal. No creo que las que deciden quedarse en la casa con los hijos sean mejores que las que salen a trabajar. Si una mamá se está todo el día pero tiene niñeras 24/7 y son ellas las que se encargan de los niños en todos los aspectos, dudo que eso sea ideal. Y si una mamá trabaja pero todas las noches que puede le lee un cuento a los niños, y por la mañana es la que los baña y comparte el desayuno con ellos eso es perfecto para su realidad. No importa estar todo el tiempo a su lado, importa la calidad de momentos que pasemos juntos. Para los niños la felicidad radica en cosas simples, y eso es lo que les debemos regalar, compartir con ellos lo simple y elemental de la vida.