lunes, 7 de septiembre de 2015

A jugar no, es la hora de la terapia.

Nota aclaratoria: no soy terapeuta ocupacional, fonoaudióloga, pscicóloga, pedagoga, experta en estimulación temprana, pediatra ni Coach infantil. Soy una mamá observadora de lo que vivimos con tres niños de 6, 4 y 2 y medio. 

¿Debemos ceder o pelear contra las miles de terapias que necesitan nuestros niños hoy? ¿Por qué casi todos los niños tienen terapias extracurriculares? ¿Acaso todos deben ser iguales en destrezas y tiempos? 

Esas preguntas las oye uno con bastante frecuencia en piñatas, reuniones de padres y grupos de amigos con niños. El tono casi siempre es de cansancio, frustración y desolación. Normalmente hay más resignación que motivación. 

Nuestros dos hijos mayores son de ese grupo, del clan de las terapias. La primera reacción cuando nos sugirieron el tema fue de rabia. Era evidente que Jerónimo debía resolver con una psicóloga el tema de la llegada de sus hermanos que no lograba superar y que Juan Martín estaba muy colgado en lenguaje, pero además nos pidieron que tenía que hacer terapia ocupacional y a Jerónimo le vendría bien unas sesiones de fonoaudiología. Y si ya llevábamos a Jerónimo al psicólogo era bueno que Juan Martín aprovechara. La única pregunta que tenía era: ¿a qué hora se supone que van a vivir? 

Con la inmensa ayuda del jardín y del colegio empezamos nuestro proceso de terapias. No pasó mucho tiempo y se vieron los resultados en todos los aspectos. Tanto así, que esas terapias ayudaron a la toda la familia. Poco a poco fuimos aprendiendo juntos y solucionando cosas que estaban difíciles por el rítmo acelerado y exigente en el que vivimos y es casi imposible salir de él. 

Pero había una pregunta no resuelta. Hemos sido papás, abuelos y tíos presentes, le hemos dado a nuestros hijos toda la estimulación posible, nos hemos esforzado porque tengan una infancia mágica y una mirada amplia del mundo. Hemos corrido, saltado, jugado fútbol bajo la lluvia, metido en el lodo y trepado árboles. Hemos dado millones de besos y abrazos. ¿En qué nos equivocamos? 

Pues sí nos hemos equivocado, en el caso concreto de Juan Martín, por dar solo un ejemplo, el error que cometimos fue tener demasiado miedo. Yo quedé embarazada a los dos meses de que Jerónimo salió de la Clínica después de una hospitalización dura. Cuando Juan Martín nació Jerónimo no se había recuperado del todo y aunque le exigíamos montones y lo acompañábamos en todo lo que quisiera hacer sin importar si después nos tocaba ponerle oxígeno y salbutamol, con Juan Martín fuimos exageradamente cautelosos. Los primeros seis meses estuvo protegido para que no repitiera la historia de su hermano. Estuvo encerrado viendo llover por la ventana, estuvo abrigado por nuestro miedo, estuvo más tiempo en su corral y menos en el piso. Siempre tuvo medias gruesas, gorro y zapatos. 

Y ahora está en terapia. No respiratoria sino ocupacional. Esos primeros seis meses de vida son muy importantes. Y entonces ahora con mucha paciencia y dedicación, 4 años después, nos toca retomar el tiempo perdido. Gracias a la terapia ya logra estar descalzo en el pasto y la arena, y se hunde con mucha emoción en el lodo. Ahora necesitamos que aumente la fuerza y el tono muscular para que no sufra en el momento que le toque aprender a escribir porque se cansa muy rápido. 

Después de entender mucho más la razón y objetivos de cada terapia, dejé de pelear. Podemos aprovechar todos los consejos que nos dan para aumentar nuestra creatividad en el juego. Para ampliar nuestras posibilidades de diversión. 

Entendimos que es importante que Juan Martín incremente considerablemente su fuerza y concentración para los procesos de lecto escritura. No es para que sea el primero del curso, no es para que sea igual a todos, y tampoco es para que haga crecer nuestra ego teca cargada de medallas y diplomas. Es para que en el momento que escriba no sufra, ni se canse en exceso, sino que esa letra fluya y la gran motivación y lo realmente importante es que lo haga por el placer y la ilusión del mundo que se le abre. Poder escribir esas primeras cartas contando de sus tristezas o alegrías, elegir el libro de la noche y disfrutar cada página de las primeras lecturas lentas pero con tanto significado. 

Les podemos ayudar a nuestros hijos con procesos físicos y mecánicos que sirvan como herramienta para llegar a un objetivo final: la pasión y el amor por el conocimiento. 



2 comentarios:

  1. Yo estoy en la fase de la rabia, porque en el colegio nos acaban de recomendar la terpia ocupacional para nuestra hija de cuatro años y creemos que sería una presión para que se nivele con sus compañeros, pero me da tranquilida leer sobre tu experiencia positiva. Me podrías recomendar al terapista que les ayudó a ustedes?

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